miércoles, abril 16, 2008

Ejercicios narrativos II

Se despertó sudoroso, con el corazón palpitando a punto de salírsele del pecho. Tenía un nudo de puro terror en el estómago pero no sabía muy bien porqué. Se encontraba desubicado y le llevó un rato darse cuenta de que estaba en su propia cama, a salvo, en la seguridad de su dormitorio.

Respiró profundamente tratando de calmarse, ¿que había soñado como para despertarse tan asustado?.
Era gracioso, porqué recordaba muy bien el principio del sueño. Sonrió tontamente para sí mismo. Se había quedado dormido teniendo una fantasía sexual con ella, disfrutando de sus besos ficticios, de su pasión imaginaria...; Pero ¿qué había pasado entre medias para haberse despertado así de alterado?.
De pronto partes de la pesadilla le golpearon con una claridad abrumadora, y en la oscuridad irreal de la noche le parecieron terriblemente certeras.

Él no tenía corazón.
En su lugar solo había una piedra.
Una piedra fría e insensible.
Una piedra que no sufría nunca pero que nunca sentía calor tampoco.

En algún momento del sueño, su cuerpo había muerto y él, su espíritu o su alma o lo que fuese, había quedado, de alguna manera, atrapado consigo mismo dentro del ataúd en el que le enterraban. Mirándose desde arriba. Contemplando como poco a poco su carne se desintegraba, y desaparecía, convirtiéndose en polvo.

Era escalofriante, pero durante esa transición lo había visto.
En el lugar donde debería haber estado su corazón había una fea piedra gris, angulosa, y llena de aristas. Y entonces lo supo. Había querido protegerlo tanto, que donde debería haber habido tejidos, sangre, calor..., solo había dureza.
Su corazón había mutado, hasta tomar la apariencia del muro con el que lo había rodeado. Qué irónico.

Y cuando incrédulo, él o su espíritu o su alma o lo que fuese, había extendido la mano, para tocarlo, había tenido que retirarla rápidamente porque tocarlo hería. De tan helado como estaba, hería.

Y en la soledad de su dormitorio, al recordar la pesadilla, volvía la respiración acelerada. Sabía que por la mañana, el miedo que sentía en ese instante, habría desaparecido. Que podría reírse de lo absurdo de las imágenes que su subconsciente había creado aleatóriamente, pero ahora, en ese preciso momento, necesitaba que le abrazasen.

Un abrazo.
Y hacer el amor de manera salvaje, para sentirse vivo y cálido, para sacarse de dentro el frío y la soledad: el sabor amargo que le había dejado esa pesadilla.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado niña

Espiguita dijo...

asias wpa :)

Anónimo dijo...

Jo, tu crees que podemos hacer que por frialdad nuestro corazón se convierta en una piedra?????????????
Dónde empieza la ficción y donde la realidad en tu narración???


Walky

Espiguita dijo...

Jijiji, yo tengo un corazón de oro pequeña..., nada de vulgares piedras grises con aristas para mi ^_^

Anónimo dijo...

Felicidades... siempre es un placer leer uno de tus relatos.
¿Para cuándo esa novela??
Chao,
Alfonso.

Espiguita dijo...

Pos a ver si soy capaz de escribir algo que tenga continuidad y no solo escenas sueltas :S (que no tengo tiempo joooo)
Asias wpo :)