De cristales bailones

El otro día al llegar a currar me tocó esperar en el portal (como siempre) a que alguien (con llave) de mi oficina viniese a abrir la puerta (es lo que tiene ser una persona madrugadora y, ejem, puntual: que esperas..., por eso yo en mi vida privada procuro ser lo menos madrugadora y puntual posible :P). El caso es que estaba yo en la puerta esperando y, como cuando el diablo no tiene nada que hacer mata moscas con el rabo (o algo así), decidí pasar el rato admirando mis preciosas botas nuevas.

Inciso, soy una persona miope que habitualmente usa gafas (prefiero las lentillas pero como curro con el ordenador, las gafas son más saludables para mis lindos ojitos). Aunque mi problema, no es que sea una persona miope que habitualmente use gafas, el problema es que soy una persona miope, que habitualmente usa gafas, con tendencia a sufrir accidentes (¿¿¿pero porqué yo, dios mio???).

Total, que estaba yo esperando en la puerta de mi trabajo cuando decidí pasar el rato admirando mis botas nuevas, para lo cual incliné la cabeza y miré hacía abajo.
Lamentablemente en lugar de admirar mis botas nuevas, me encontré admirando como mis gafas de miope, con una bonita montura de color fucsia, seguían el camino de mi mirada (literalmente), y caían con un estruendoso chafff, golpeando contra el pavimento de la acera en el suelo.
Después del chafffff, esbocé una expresión de absoluto horror aydiosmio, e intuí (más que vi..., lo que tiene ser miope que desarrollas una intuición muy aguda ante el entorno hostil que es el mundo...) que el cristal de mis preciosas gafas de miope, con montura de color fucsia, se había vuelto a salir de su sitio.

Recé para que solo se hubiese salido el cristal, y digo solo, porqué la otra opción es que además de salirse se hubiese roto en mil pedazos, con lo que me encontraría cieguita, esperando para entrar en la puerta del trabajo, y a muchos kms de distancia de unas posibles gafas de repuesto y/o lentillas.

Y mientras palpaba en la acera en busca del cristal bailón, no pude evitar darme cuenta que lamentablemente no había sido solo el cristal. Nop. Habían sido loS cristales, ambos dos, los que había decidido huir de su estrecha ubicación en mi montura de color fucsia.

Gracias a dios, ambos dos cristales estaban enteros. Y ya estaba felicitándome mentalmente por mi buena suerte, cuando caí en el hecho de que, en mi lindo ojito izquierdo tengo una dioptría garrafal de 4'5, mientras que en mi, no menos lindo, ojito derecho tengo una, no menos garrafal, dioptría de 5'0.

Los cristales a primera vista (de una mirada miope) son iguales.
En ese momento supe que se presentaba un pequeño problema para mi (nula) habilidad como arregladora de gafas de preciosa montura color fucsia.

Pero se acercaba gente, así que hice un estudio rápido de qué cristal podría ir en qué lado de la montura, y los encajé al tuntun (evidentemente).
Encajaban muy bien (tono de sorpresa).
Encajaban taaaan bien, de hecho, que pensé :¡Eureka! los he colocado en su sitio a la primera. Soy una máquina.

Y tonses me puse las gafas, y descubrí dos cosas:
1) No hay que pensar (nunca) que se es una máquina hasta haber comprobado fehacientemente que se es.
2) Cuando un par de cristales encajan en una montura (aunque sea con las dioptrias garrafales del ojo erróneo) encajan y punto.