domingo, diciembre 09, 2007

Romance Anónimo

“Para E,
…espero que te guste al menos un poquino..”
Romance Anónimo

La pequeña carpa que los organizadores del evento habían puesto a disposición del grupo para que se preparasen antes de la actuación, estaba abarrotada de gente. El bullicio de las conversaciones unido a lo cargado del ambiente, le habían hecho desear huir a cualquier sitio aislado en el que poder respirar algo de aire de puro. Para matar el tiempo y calmar los nervios, rasgaba las cuerdas de su guitarra española tratando de captar cada pequeño matiz en los sonidos que obtenía. Era hermoso verle mover hábilmente las manos a lo largo del mástil, los dedos volando sobre las cuerdas, como tejiendo una tela invisible formada por notas musicales que vibraban muy profundamente dentro del estomago, casi tocando todos los rincones secretos del cuerpo de cualquiera que le escuchase. Tan absorto estaba, que tardó un rato en percatarse de que el ambiente ruidoso y molesto de antes había mutado para transformarse en un silencio expectante y admirativo ante su improvisada actuación.
Abochornado dejó de tocar y deseó poder hacerse invisible para escapar del aplauso y las felicitaciones que le siguieron. No le gustaba ser el centro de atención pero amaba la música y nunca había podido resistirse a buscarla allí donde se encontrara. Aliviado observó que el bajo, dándose cuenta de su incomodidad, distraía a los presentes haciendo una serie de comentarios jocosos sobre el estilo de la baterista del grupo a la hora de manejar las baquetas, y que ésta, risueña, le seguía la broma. Tras hacerles a ambos un gesto de agradecimiento por el rescate, fue a refugiarse en un rincón desde donde poder observar disimuladamente todo lo que había a su alrededor.

Se suponía que ese era un día importante, el concierto consagración del grupo, lo que todos habían soñado desde que empezaron su andadura juntos hacía ya una pequeña eternidad, y sin embargo, en lugar de estar lleno de júbilo se sentía melancólico y triste. Algo se había perdido en el camino. En algún momento había olvidado porqué le gustaba tanto tocar para los demás. Molesto consigo mismo y con sus oscuros pensamientos, sacó un cigarro y una cerilla. La llama relampagueó con intensidad durante un breve instante antes de que la acercase al cigarrillo para prenderle fuego. Aspiró con fuerza saboreando la primera calada, y distraído observó como el humo ascendía lentamente en espiral hasta el techo. Un día de estos tenía que dejarlo, se prometió en silencio, y sonrió irónicamente al reconocer en el acto la falsedad de esa promesa. En el exterior, la lluvia golpeaba la lona de la carpa de forma constante, siguiendo un patrón rítmico e incomprensible, pero de alguna manera, armonioso, casi sedante, y durante un minuto se sintió en paz.

No faltaba mucho para que diese comienzo el concierto pero nadie parecía tener prisa por moverse de allí. Junto a la mesa de la comida y la bebida, con la que los organizadores tan amablemente les habían obsequiado, el cantante flirteaba con una técnico de sonido. La risa de la chica le hizo pensar que era más que posible que su amigo tuviese suerte esa noche, y envidió su facilidad para tomarse la vida de forma ligera. Algo en las ramificaciones de ese pensamiento le provocó un dolor intenso en el pecho, y ante la repentina imposibilidad de respirar empezó a caminar rápidamente hacía la salida. Habría corrido de no haber sabido que eso preocuparía al resto de los integrantes del grupo. Necesitaba unos minutos a solas. Tal vez al notar las frías gotas de agua mojándole la cara volviese a sentir que estaba vivo…, aunque se conformaba simplemente con sentir algo bueno otra vez.

Al salir de la tienda el aire húmedo le revolvió el pelo, inspiró profundamente el aroma de la tierra mojada y sintió como se aliviaba un poco la presión en el pecho. Tiró al suelo la colilla del cigarro que aún tenía entre los dedos y se puso los cascos sin apenas ser consciente de ello. En ese momento se dio cuenta de que no sabía muy bien a donde ir, y con un leve encogimiento de hombros se puso a caminar sin dirigirse a ningún lugar en particular.
Estaban a últimos de septiembre y no hacía realmente mucho frío, pero el día había amanecido con el cielo cubierto de nubarrones y no había dejado de llover ni un minuto desde primeras horas de la mañana. Era una lluvia suave, calabobos que decían en su tierra, lo bastante densa como para resultar un tanto incomoda pero no tanto como para hacer necesaria la suspensión del concierto. Resultaba agradable concentrar los pensamientos en el clima, o en cosas igual de inocuas que no le cortasen la respiración, ni le doliesen…, el problema estaba en que últimamente empezaba a querer algo más que sensaciones simplemente agradables aunque parecía que había perdido la capacidad de conseguirlas. Irritado se dio cuenta de que había vuelto a los pensamientos deprimentes que tanto se estaba esforzando por evitar ese día.
De alguna manera su subconsciente o quizás simplemente la casualidad le habían llevado hasta la parte trasera del escenario, y el recuerdo de los primeros conciertos con el grupo, de cuando los cinco espiaban ansiosos tras el telón momentos antes de comenzar a tocar, se coló en su cabeza y le hizo esbozar una sonrisa melancólica y divertida a la vez. Siguiendo un impulso subió al escenario donde los teloneros habían terminado su actuación hacía unos minutos, y donde los técnicos se afanaban por terminar los preparativos para el plato fuerte del espectáculo: ¡ellos!. Su guitarra eléctrica ya estaba allí, enchufada y lista para sonar, se acercó y pasó la yema de los dedos suavemente por el mástil antes de cogerla, y dirigirse con ella al centro del escenario para espiar tras las cortinas igual que cuando empezaron. Y en ese momento, justo cuando sus manos apartaron la tela negra que separaba público y artistas, lo justo para abrir una pequeña brecha por la que mirar, algo se rompió, o estalló, o se sacudió dentro de él, e hizo que todo encajase de repente.

El tiempo se ralentizó mientras los cascos reproducían imperturbables una melodía, una guitarra tocando el comienzo de una canción. Y a la vez miles de cabezas borrosas aguantando un chaparrón para oírles tocar. Y entre ellas la de una chica subida en los hombros de un grupo de amigos, completamente empapada pero riendo feliz y cantando. Y más música en su cabeza: el Romance Anónimo del concierto de Aranjuez que daba paso a una melodía nueva, y luego la voz estremecedora de Eddie VedderTidal waves don't beg forgiveness … And the sky breaks at dawn; shedding light upon this town they'll all come ‘round..; Las vibraciones de las palmadas y las voces del público exigiendo que diese comienzo el concierto; ... the rusted signs, left just for me, he was guiding me, love, his own way...; Todo junto conspirando para formarle un nudo en el estomago y ponerle la piel de gallina, un sentimiento indescriptible que prácticamente le sobrepasaba. Tan inmerso estaba en todas esas emociones, que la mano que sintió en ese momento sobre su hombro le hizo sobresaltarse como si hubiese recibido una descarga eléctrica. Realmente puede que eso fuese lo que le hubiese pasado durante ese instante surrealista en el que todo había girado en su cabeza como en un caleidoscopio, porque al volverse para ver quien le llamaba, encontrarse con el grupo al completo, todos sonrientes y con una mirada cómplice, fue la última pincelada para completar un cuadro perfecto.

Lentamente se quitó los cascos, y devolviéndoles la sonrisa les miró, y se sintió vivo por primera vez en mucho tiempo.

- ¿Listo para empezar? – la voz del cantante fue un mero susurro.

Solo había una respuesta posible a esa pregunta, un breve asentimiento acompañó el leve movimiento de su mano para extraer un largo y estremecedor gemido de la guitarra y dar comienzo al concierto.


26 de noviembre de 2006, Madrid.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta el relato, muchas gracias por escribirlo.

Espiguita dijo...

Mira la fecha de creación de relato:
26 de noviembre de 2006, Madrid.

Es un relato viejo, él y todo lo que lo rodeó ya forma parte de mi pasado. Y el E que me importaba (fuese real o más probablemente no) ya me dio las gracias en su momento. En cualquier caso, no era para ti (eso seguro), así que ahora no las merece y no vienen a cuento.