martes, marzo 11, 2008

Sangre

Me encanta el flamenco.
Me encanta escuchar a Camarón, o a José Mercé, o Estrella Morente...;
Me encanta que se me ericen los pelillos del brazo cuando interpretan con especial intensidad una estrofa.
Me emociona el sonido de una guitarra, y me fascina ver como se mueven los dedos de un guitarrista creando música, acariciando las cuerdas de su instrumento.
Pero quizás no haya palo más fácil de apreciar, ni que embelese con tanta facilidad a los amantes (o no) del flamenco, que la danza.

La semana pasada disfruté como una niña con zapatos nuevos en el Teatro Albéniz con Rojas y Rodríguez, y su Sangre.

Conseguí las entradas de casualidad, y como siempre in extremis, y eran muy malas (arriba del todo) pero fue fascinante. La coreografía..., las luces..., los movimientos de los bailaores..., quizás lo que menos me gustó (y me gustó mucho), fue la música.
No me considero una entendida ni de la música en general, ni del flamenco en particular..., simplemente cierro los ojos y dejó que me hable. Sin embargo se distinguir entre el nuevo flamenco (El bicho) y el tradicional (Camarón).
Y me gustan los dos, pero quizás estoy pelín chapada a la antigua porqué puedo oír durante horas la música de Camarón mientras que El bicho (más dulce con su flautas, tambores y violines..., frente a la aspereza de la guitarra y el cajón) me satura antes.

La música (en directo) de Sangre es más del palo dulce..., más romántica quizás, pero también más pegajosa...; Sin embargo encaja perfectamente con las coreografías y los juegos de luces, y me pasé toda la representación con una sonrisa de niña pequeña feliz en la cara.
Impresionante.

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