Afligidos muchos

Los cacereños son gente muy cumplida con sus enfermos a la hora de hacerles visitas al hospital...demasiado cumplidos diría yo..., tanto que las autoridades competentes se han visto obligadas a restringir el paso de los afligidos parientes, a las habitaciones de los estresados enfermos.

Y así me encontré la entrada del hospital San Pedro de Alcántara de la capital Cacereña el jueves (Santo), cuando acudí (obligada) a visitar a mi abuela (mi abuela la mala, tranquilos todos que no tengo a nadie importante ingresado allí a día de hoy toquemosmadera), es decir hasta la bola de gente.

Allí estaban afligidos hijos esperando ver a sus padres, afligidos padres esperando ver a sus hijos, afligidos cónyuges esperando ver a sus cónyuges, afligidas abuelas esperando ver a sus nietos, afligidas vecinas (haciendo calceta) esperando ver a sus vecinos, afligidos primos/tíos esperando ver a sus primos/sobrinos, afligidos parientes lejanos esperando ver a sus parientes lejanos, afligidos perros, gatos, conejos..., un transeúnte afligido que pasaba por allí..., y bueno, claro: yo, que no estaba afligida en absoluto pero que también estaba esperando en la abarrotada sala de espera.

Pa'verlo. De verdad. Y mientras esperaba, como si de la cola de entrada de una discoteca VIP se tratase, a que me diesen un pase (un pase que me permitiese pasar para hacer el paripé, y ver a la bruja que, por casualidades genéticas de la vida y mucha mala suerte, técnicamente resulta que es pariente mío), comprobé insitu la ingenuidad de las autoridades competentes al suponer que obligando a presentar una tarjeta en puerta, iban a evitar que la marabunta de afligida gente cumplida visitase a los suyos.

Y es que allí los pases de los familiares con enfermos que abandonaban el hospital cambiaban de mano a la velocidad del viento huracanado del desierto.

Curioso, pero para mi diversión particular (irónica que es una a veces), técnicamente no visité a la vieja bruja que aseguran es mi abuela, sino a una tal María Fernandez de los Ríos de la que no tengo el gusto, pero que por lo visto había ocupado (en algún momento de este año) la cama contigua a la de mi malvada abuelastra.