lunes, enero 05, 2009

Espejo nº2

Para la dulce Mairi jijiji, este es el que me pediste...fuiste tu quien me dio la idea, y ha sido muy, muy, muy divertido escribirlo...
El infinito rosa

BUFFET LIBRE: Coma todo lo que quiera solo por 10€.
¡PROHIBIDO TIRAR COMIDA!
Marina estaba muy orgullosa de su establecimiento. Era el mejor restaurante de la N-V, y aunque era consciente de que la mayoría de sus clientes eran camioneros que viajaban por la península transportando mercancías, solía jactarse de que venían de todas partes del país solo para degustar su comida.

A través de las ventanas del comedor pudo ver como un camión aparcaba en el parking. Era un tráiler enorme, y el hombrecito que se bajó del mismo la antítesis del camionero tradicional. Apenas si alcanzaba el metro sesenta, pelirrojo, de complexión esmirriada y brazos flacuchos. Por si esto fuera poco, tampoco vestía como un verdadero camionero, era demasiado…vaporoso, ¡sí!, justo esa era la palabra: era un hombrecito vaporoso y saltarín, con pantalones de tela a rayas y una camisa lila…, ¡por favor!!, si incluso llevaba un pañuelo rosa perfectamente anudado en la garganta.

En cuanto entró en el comedor, le preparó una mesa al lado de una de las pocas ventanas que este tenía. El hombrecito la ponía un poco nerviosa ya que antes de sentarse, o incluso de que le explicase que mientras se comiese todo lo que se echara en el plato podría servirse tantas veces como quisiera, él se había acercado a las bandejas del buffet paseándose por delante de las mismas y sonriendo extasiado, para empezar a amontar comida en un plato.

Primero unos entrantes. Chorizo, salchichón, queso, jamón serrano…, y después una generosa ración de ensaladilla rusa casera. Marina se sentía muy orgullosa de su ensaladilla rusa cremosa y sin apenas zanahoria. Por la ingente cantidad que el hombrecito se estaba echando en el plato, parecía que a él le gustaba mucho también.

Según avanzaba por la barra del buffet se le escapaban exclamaciones de júbilo ante el descubrimiento de nuevos guisos, lo que despertaba las sonrisas divertidas en el resto de los comensales, y aumentaba la desconfianza de Marina: el camionero era demasiado pequeño para la cantidad de comida que estaba cogiendo.

Con los ojos entrecerrados, le observó servirse una generosa cucharada de la ensalada especial de pimientos rojos. Marina odiaba que la gente desperdiciase la comida. Por fin, él dejó de coger platos y se dirigió a su mesa. Vertió una generosa cantidad de vino tinto en su copa, y comenzó a comer lentamente, saboreando cada bocado mientras miraba por la ventana los coches que llegaban y se iban del lugar. De repente, mientras parecía degustar obnubilado un trozo de lubina a la sal, parpadeó confuso. Marina siguió la dirección de su mirada pero no observó nada extraño en el coche aparcado tres plazas a la derecha del que estaba justo enfrente de él, y que sin embargo parecía haber llamado poderosamente su atención.

Con aparente fastidió, él hizo a un lado su plato, y pensativo se sirvió otra copa de vino tinto. Al verlo Marina frunció el entrecejo, la lubina a la sal estaba en su punto, ella misma la había probado antes de colocarla en el mostrador de comidas, más valía que ese extraño personaje se comiese todo lo que se había servido o…; Furibunda se acercó a su mesa para advertirle de las terribles consecuencias de atreverse a sobrar algo.

Llegó a su lado justo en el mismo momento en que él se levantaba de la silla de golpe gritando:
- ¡Las moscas!

Lamentablemente ese brusco e inesperado movimiento por parte del camionero hizo que ambos chocasen, y que el hombrecito le tirase encima la copa de vino que tenía en la mano. Sorprendida solo había podido farfullar:
- ¿Las moss-cas? ¿qqqque moscas?
- Mis más sinceras disculpas señora, no la vi acercarse – al hablar él lucía en la cara un encantador tono sonrojado que hacía juego con la mancha de infinito rosa que se extendía implacable por su blusa anteriormente inmaculada.
- ¿Pero qué moscas?. No pensará tirar toda esa comida, ¿verdad señor? – preguntó con tono quisquilloso, mientras trataba de secar con un trapo el vino de la blusa.

Él miró su plato todavía rebosante de comida, entre la que destacaba de forma obscena el rojo encendido de los pimientos asados de la ensalada, y la miró alarmado:
- Por supuesto que no, mi querida dama. Su comida es absolutamente deliciosa. Tengo toda la intención de comerme este plato, y volver a por más. Me muero por probar el estofado de su menú.

Ella, algo apaciguada por los encendidos requiebros que el camionero hacía a sus guisos, sonrió y le preguntó distraída:
- ¿Decía usted de unas moscas?

En ese momento él pareció recordar el motivo de su desasosiego, y cogiéndola del brazo señaló acalorado al cristal de la ventana:
- ¿Ha visto usted la cantidad tan alarmante de moscas que pululan alrededor de aquel coche blanco?.

Ella miró el coche que le indicaba y confirmó el extraño fenómeno. El coche tenía, ciertamente, muchas moscas. Algunas revoloteaban alrededor de las ruedas, otras simplemente estaban por allí posadas.
- Sí que es curioso, pero no veo porqué le resulta tan interesante.
- Estamos en octubre, hace mucho frio para que las moscas abunden en las cocinas de las casas, y sin duda más aún para que abunden en el exterior, alrededor de las ruedas de un coche. – explicó él pacientemente, y añadió bajando la voz - Solamente he visto tantas moscas juntas rondando algo una vez en mi vida…, insisto en que debo ir a investigar.

La desconfianza de Marina reapareció de golpe al oír esta última afirmación.
- Señor camionero, ¿no estará pensando en irse de mi local sin pagar su consumición? ¿cierto?, y lo que es peor ¿sin haberse terminado ese plato? ¿cierto?.

Él la miró perplejo, y su cara volvió a enrojecerse esta vez de pura rabia ante semejante insinuación:
- Por supuesto que no, ¿por quién me ha tomado usted?.

El silencio que siguió fue suficiente respuesta para él, pues farfulló entre dientes:
- Si no me cree acompáñeme fuera. Solo quiero mirar más de cerca ese coche.

Marina muy tiesa le siguió hacía la salida. En el aparcamiento el coche blanco estaba tomado por las moscas. Cientos de ellas formaban una nube alrededor de sus ruedas. El camionero se estremeció de asco, pero a pesar de ello, rodeó el vehículo con su característico andar a saltitos, y se puso a revisarlo minuciosamente. Marina le seguía de cerca casi pegada a su espalda.

De repente, el hombrecillo frenó bruscamente su peregrinaje alrededor del coche, y mortalmente pálido señaló tembloroso un punto indeterminado entre el tubo de escape y la rueda trasera izquierda del coche.

Muy intrigada, Marina estiró el cuello y miró hacía donde le indicaba su peculiar compañero, pero no vio nada más que más moscas moviéndose alrededor de algo.

Confusa se volvió de nuevo hacía el vaporoso hombrecillo, y su expresión horrorizada la animó a mirar otra vez con más detenimiento. En ese momento una de las moscas revoloteó para cambiarse de sitio, y entonces pudo verla. Era, sin lugar a dudas, una pálida nariz humana. En vida, el dueño de la misma debía haber sido conocido como “el narizotas”, por qué el apéndice que estaban observando era grotescamente grande. Parecía estar en bastantes buenas condiciones…, si no se tenía en cuenta que estaba pegada de forma bastante antinatural e inexplicable a los bajos de un coche en un bar de carretera. Su bar de carretera. Si uno se fijaba bien, incluso podían verse algunos pelillos negros que sobresalían y que el dueño no habría tenido tiempo (o ganas) de recortar antes de morir.

El inconfundible sonido de alguien vomitando interrumpió sus elucubraciones sobre la supuesta falta de glamur en el difunto, y se giró para mirar con lástima como su acompañante vaciaba su estomago de lo poco que había comido en el buffet.

Se veía venir. Estaba claro que el pobre no encajaba en lo más mínimo con el perfil varonil y estoico de todos los camioneros que conocía, ni siquiera había sido capaz de digerir la visión de una inofensiva nariz mutilada rodeada por unas pocas moscas. Con resignación se acercó a él, y le dio unos golpecitos en el hombro, al tiempo que trataba de tranquilizarle diciendo:
- No se preocupe usted. Ahora mismito llamamos a la policía para que se hagan cargo de este embrollo. Ea, en lo que llegan le pongo una tilita para que se me mejore y le calentamos ese plato de comida que se ha dejado a medias en la mesa, para que pueda terminárselo.

04 de enero de 2009, Madrid.

13 comentarios:

Mairi dijo...

Lilith ¡me ha encantado! Leyéndolo encuentro un montón de guiños...
Me ha hecho muchísima ilusión que me lo dediques :D
Muak

Espiguita dijo...

me alegro nenita ^_^
MUUUUAKS

Cowboy dijo...

Menos mal que has hecho caso a Ainhoa y has limpiado el blog... no había Dios que lo leyera con tanto chisme.

Feliz 2009

Espiguita dijo...

Mimimimi no lo he limpiado!! es que al cambiar la plantilla se pierde todo lo que tuvieses enlazado...jop, tengo que volver a ponerlo todo..es que no he tenido tiempo..so grosero :P

Nando dijo...

mmm... ¿de qué me suena esto?

Tienes que entrar en el blog de las flores, ya no son carnívoras! Son... buf, entra.

Anónimo dijo...

muy chulo el relato...
v

Cowboy dijo...

Oye Dananone, ¿Por qué has musto una sección que se llama "Mis cojones"?

Un saludo

Javi dijo...

Muy bueno señorita, me ha gustado, me he reido y además el "camionero" me ha recordado a uno de los protagonistas de "A sangre fría" de Capote (quizá por el pañuelo al cuello???).
Jejeje, a ver si nos vemos "compañera"...

Espiguita dijo...

N. Jijiji ya lo he visto...telita...¡¡es genial!!

ASias Virgi ^_^

Vaquero, Dananone?????aydios aydios...es Mis cajones graciosillo :P

Jop Javi muchas gracias!! :) Siii tenemos que quedar un día para tomar algo, no??? Besinos!!!

Unknown dijo...

Oye primilla eso lo has escrito tu?
Por que me ha gustado, me he quedado con la intriga y ahora como duermo yo esta noche eh?

Espiguita dijo...

Jijiji ¡¡primi!!! ¿te ha gustado de verdad??? jiji ¡¡genial!!!

...ya te contaré como sigue jiji

MUUUAKS

Ainhoa dijo...

Hola, guapa.
Pásate por mi blog, que te he dejado una sorpresilla.
Besos.

Nando dijo...

Lo de que fue muy, muy, muy divertido escribirlo no lo habias dicho antes.

Ah, te lo querías callar, eh?